viernes, enero 06, 2012

Cuando aferrarse a lo más seguro no es la mejor opción.

En este vídeo podemos ver como un grupo de personas suben por unas escaleras mecánicas por primera vez en su vida.
Es un vídeo de sonrisa fácil, os animo a verlo antes de seguir con la entrada…

Imagino que habréis sonreído, incluso alguno habréis soltado una carcajada. Sin embargo pensar en estas personas de Uzbekistán, en sus condiciones de vida en el día a día y en su perplejidad al ver como se les mueve el suelo bajo sus pies.
Sin ánimo de juzgar, si me gustaría comentaros varios aspectos que me parecen interesantes al observar la reacción de estas personas.
En la primera parte se aprecia a un niño con una mujer mayor. El niño actúa con normalidad, sin embargo la mujer se aferra al pasamano con tal fuerza que le hace caer, y el propio niño es capaz de subir de espaldas las escaleras mientras trata de ayudar a la mujer. Es un gran ejemplo de algo tan sabido y tantas veces tan menospreciado: los niños son grandes aprendices y por lo tanto son grandes maestros para los adultos.
En la segunda parte aparecen tres mujeres. Una de ellas sube sin dificultades aparentes, las otras dos se aferran nuevamente a los pasamanos y se agarran entre ellas esperando que el desafío se resuelva sólo. Curiosamente aparece un joven empleado del centro comercial que para el mecanismo de las escaleras y hace que estas dos mujeres puedan incorporarse y subir las escaleras. ¿Habrán aprendido como subir?, ¿Qué ocurrirá la próxima vez?.... Por cierto fijaros en la postura del empleado, no tiene desperdicio.
En la tercera parte del vídeo entran en escena dos hombres que comienzan la subida con normalidad hasta que el primero de ellos se aferra a la barandilla como si le fuera la vida en ello, sin ser consciente de que cuanto más se agarraba más se caía y en esa caída arrastraba al segundo hombre.
Es aquí cuando aferrarse a lo seguro no es la mejor opción, cuando el miedo al cambio, a lo desconocido, a lo distinto, nos paraliza.
En este nuevo año que comienza, nuestro suelo se mueve constantemente en todas direcciones. Quizá si fuéramos capaces de no aferrarnos tanto a lo seguro nos podríamos dar cuenta  de que el suelo no se mueve tanto. Pero, ¿Quién sabe?.....Voy a probarlo.